domingo, 7 de octubre de 2012

El yogui del silencio





Se trataba de un maestro que hablaba en muy contadas ocasiones. A veces daba alguna sucinta explicacion e impartia alguna enseñanza pero, a menudo, guardaba silencio.
Era conocido como "El Maestro del Silencio"; aunque otros le llamaban, "El Yogui que apenas mueve la lengua".
Hablaba en silencio, de corazon a corazon, sin necesidad de usar tantas palabras. Pero habia un discipulo que valoraba en demasia las funciones del pensamiento y trataba siempre de implicar en conversaciones metafisicas al yogui del silencio. era un joven que necesitaba elaborarlo todo a traves del pensamiento.
Confiaba plenamente en la mera comprension intelectual. Se hacia muchas preguntas filosoficas. Queria entenderlo todo a traves de la logica. Un dia, con cierto descaro, dijo:

          -. Maestro, te pregunto, pero no me respondes. No me das respuestas al misterio de la vida, o del ser o no ser, o de la muerte y el sufrimiento. No logro entender tu negativa a ofrecer respuesta a mis preguntas. 

El maestro guardo silencio. Todos los asistentes se identificaron con el animo contagiosamente apacible del maestro y dejaron su mente absorta en lo Inefable. Al terminar la reunion espiritual, el maestro pidio al joven que se quedara. Le entrego una aguja y le dijo:

          -. Quiero que coloques una gota de agua en la punta de esta aguja.

          -. ¡ Eso es imposible ! -exclamo sorprendido el discipulo. 

          -. Mas imposible es querer responder con el pensamiento a lo que siempre ha estado mas alla del pensamiento. Cuelgate esta aguja al cuello y, cuando te enredes en pensamientos metafisicos, recuerda: 
<<Mas dificil que colocar una gota de agua en la punta de una aguja es encontrar respuestas unicamente con el intelecto>>. 

El discipulo se sintio avergonzado y se ruborizo. Pero el maestro le tranquilizo:

          -. No te sientas ridiculo. Mi maestro me dio a mi esta aguja y yo la he llevado muchos años colgada al pecho. Ahora es tuya. 

                               ------------------

El pensamiento ocupa un lugar y ejerce una funcion pero, del mismo modo que un tren puede conducirnos hasta la orilla del mar pero, no mas alla (habra que cambiar de vehiculo), lo mismo sucede con el pensamiento. Es limitado y no omnipotente. Muchas veces en la vida hay que servirse del pensamiento pero, en otras, lo importante y esencial es estar atento, perceptivo, la mente silente y el animo presto.
Si hay que pensar, se piensa; pero la vida no se puede coagular reduciendola a conceptos, abstracciones y etiquetas.

Para curiosos:  la foto pertenece a un yogui de Kathmandu. La mano derecha levantada significa: "detente; tengo algo que enseñarte".
Aunque, sin duda, lo que mas llama la atencion es su penetrante mirada.

6 comentarios:

Inma_Luna dijo...

Magnifica enseñanza.
Besos

La Salamandra dijo...

Jajaja... Si lo es, Inma_Luna; lo es.

Porque, la sabiduria, no reside en una respuesta sino, en una pregunta.

Por eso el yogui reconoce en el discipulo al futuro maestro, y le entrega la aguja.
Le acaba de abrir las puertas del Universo del Silencio, el manantial de las preguntas, el sendero a la sabiduria: entrar en uno y formar parte del uno.

Gracias por tu amable visita y por darme a conocer tu opinion.

Namasté. :)

Josep Peaceforever dijo...

Està clar que l'aprenentatge no s'acaba mai... I quan més saps més t'adones del que ignores.

Moltes gràcies per la lliçó.

Una abraçada.

La Salamandra dijo...

Cierto, Peace-for-ever, nunca.
Y, especialmente, aquel que parte en busca del yo interno.

Si; demos gracias al Yogui del Silencio por esta fantastica leccion.

Petons, Company!

Namasté.

Eva Letzy dijo...

La foto es realmente espectacular, qué ojos!! Una mirada que dice muchísimo...
Qué de acuerdo estoy con todo lo que dices en tu reflexión final, me ha encantado este post...

la MaLquEridA dijo...

Hay tiempos de pensar y esos son los más difíciles porque se convive con uno mismo, entonces el caos predomina.



besos Compi

Si trajera una aguja al cuello se me habría enterrado ya de tan necia que suelo ser.